Vemos como las grandes cadenas hoteleras, sobre todo en las playas, cuentan con una pequeña pero variada biblioteca donde los huéspedes pueden adquirir un libro. Lamentablemente me ha tocado la experiencia de que justo el hotel donde me alojé solo tenía literatura en inglés, lo que me hace pensar si o somos pocos los turistas hispanohablantes o simplemente consideran que la lectura no es un hábito propio de nosotros. Mejor pienso positivamente: somos tan cultos que dominamos más de un idioma. Sea como fuere, este antecedente de tener un espacio destinado para los amantes de la lectura significa que no estoy errado en mi idea que tanto la literatura como los viajes están unidos más de lo que se cree, aunque las páginas se llenen de arena.
Quizás lo que termina de confirmar mi teoría se ve por lo que la mayoría de viajeros hacemos cuando la rutina nos agobia y el dinero no alcanza para poder salir de nuestro entorno: lo mas cercano a dejarnos ir es leer. Tomar un libro que nos conduzca sin salir de casa por el Camino de Santiago en Compostela, caminar por las húmedas calles de Macondo, por la melancolía de París con aguacero, seguir las huellas del Che Guevara en su arduo viaje por nuestra América, o tener nuestra propia metamorfosis sin la necesidad de dejar nuestro sofá.
Mientras escribo pienso realmente cuándo terminó mi último viaje: ¿cuándo llegué a casa o cuándo perdí mi libro después de que me dejó el avión varado por un día y medio? La respuesta ciertamente no la sé pero sí puedo asegurar lo que se siente estar durante tanto tiempo sin la compañía de tu mejor amigo…el libro.
Lo he dejado olvidado sobre una cabina telefónica en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez de Ciudad de México, y bastaron dos segundos para que desaparezca. Sólo espero que aquel libro, que habla de viajes y viajeros, sea ampliamente aprovechado y que valga la pena haberme quedado solo durante toda esta noche, en la cual recién me doy cuenta del frío que me consume mientras sigo subiendo y bajando escaleras mecánicas, buscando a mi amigo, cargando cinco sombreros de mariachi que me encargaron en Perú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario