- Si no fuese por la APEC, no nos arreglan las calles.- dice el primer taxista, el de la mañana, que me hace el servicio de transporte hacía Miraflores.
Es un hombre de edad, viejo. Manos de trabajador, cara de ser honrado y un gorro típico de abuelo jubilado en la fila de pago. Solo lamentos, quejas y maldiciones. Suspiros largos mientras el tráfico no deja avanzar ni a ciclistas. No trato de averiguar ni como se llama porque sus ojos achinados por el sol me dicen que me calle.
- Ja, ja. Ese desgraciado le pagaba del gobierno hasta a su amante.- dice el segundo.
Flaco, moreno y con dejo provinciano. Treinta y cinco años mínimo. Camisa corta y un pañuelo en el cuello. El brazo cubierto por una manga de sweter que lo protege del sol. Se ríe mucho y me mira por el retrovisor. Hace referencia a un político que recién fue descubierto pagándole sueldo a su amante como si fuera trabajadora de su municipio. Ríe de rabia, de risa, de burla y de desesperación por un país donde se pela mal el chancho. Como en muchos otros. Habla sin que le pregunte. Quiere hablar. Está aburrido, pienso. Lleva recién 4 horas de 15 que trabaja. Un poco de optimismo no viene mal. En el cambio de luz va mirando su periódico amarillista, que sujeta con sus manos grandes de uñas sucias y según lo que va leyendo me comenta las cosas. Yo río y escucho.
- Estamos jodidos, no vamos al mundial nica….- dice el taxista número 3.
Rostro de preocupación por su familia y el fútbol. Nada más le importa. Sólo quiere que sus hijos estudien, que su esposa le cocine y lo espere en casa acostada y que Perú clasifique después de veintitantos años al mundial. Habla de los jugadores que habían sido sorprendidos con mujeres durante la concentración en un lujoso hotel de la ciudad después de un partido con Brasil y días antes de jugar (y ser goleado) con Ecuador. No lo entiendo, no sé nada de lo que me habla, pero no le importa. Cambia fácilmente de tema. Cuando menos pienso ya está hablando otra vez de lo caro que sale estudiar, de que al menos tenemos suerte de tener libros piratas, sino qué sería de su hija mayor, que estudia periodismo. Optimista al menos.
- ¡Esta chola está buena!- Infaltable comentario.
Menos de 25 años el cuarto chofer. Sólo se preocupa de hacer unas monedas para tener qué tomar el fin de semana, fumar algo y si tiene suerte, flirtearse una muchacha que se parezca en algo a la mujer regordeta y con poca ropa que adorna la primera plana de su diario. Todos tienen los llamados “diarios chicha” en sus respectivos taxis. Ríe, todavía no tiene responsabilidades, no sabe lo que pasará cuando se case y tenga hijos. Sólo quiere divertirse, esa es su movida. Lo dice orgulloso y por momentos lo envidio. Una ex novia que emigró a España dice que se lo llevará, pondrán algún negocio y se casaran allá. Sus hijos tendrán doble nacionalidad y no tendrán problemas ni aquí ni allá. Lleva 3 años esperando esa ayuda, ese llamado que le diga: Ven, te mando el pasaje!!! Quién sabe si llegue. Muchas veces los teléfonos sólo suenan para las malas noticias.
No ha salido muy caro el viajar en taxi. Como decía, el cambio me conviene. Para variar subiré a una “custer” que pase algo vacía. ¡Colmena, Tacna, Alcazar! Grita el cobrador del vehículo. Da dos golpes en la puerta y le indica al chofer que voy a subir. Pongo el pie en la escalera y arranca. Subo corriendo. Me siento y sigo riendo por los cuatro taxistas y río cada vez más fuerte. Sólo me callo porque el cobrador me mira mal, está siguiendo con su voz una canción mal sintonizada en una radio y piensa que me burlo de él. Mejor miro por la ventana a todos esos autos amarillos que pasan a mi lado y tienen mil historias aferradas al volante. Mientras, muy en el fondo deseo que Perú si clasifique al mundial y que esta noche suene el teléfono con la buena noticia desde España.