
“Es el libro más personal que he hecho. Y me da más pudor porque tiene cosas más íntimas y revelo más secretos. Pero esa mezcla termina transformándolo en el libro que siempre quise escribir. Todos los libros anteriores formaron parte de este libro, que es sobre el día en que decidí dedicarme a lo que hago”, dice Juan Pablo Meneses con el tono de los que han sido capaces de hacer lo que soñaron.
Esta es la historia de un hombre que dejó su trabajo como economista y el horario de oficina para viajar por el mundo y escribir historias. Pero él, que buscaba la libertad, encontró una especie de prisión llamada Hotel España que lo obliga a emprender una nueva travesía y a ajustar cuentas consigo mismo.
Esta entrevista apareció en El Comercio hace un tiempo (a cargo de Gonzalo Galarza Cerf) y nunca es tarde para republicarla por esta vía. Gracias a Meneses, de quien conocí sus escritos cuando vivía en Chile y leía su columna Poste Restante de la Revista Domingo en Viaje de El Mercurio. Aquí los dejo con la entrevista.
El libro nace de esta especie de maldición de no poder dejar el hotel España y termina siendo una búsqueda del porqué de tu elección…
Sí. Llevo tres años viviendo en el hotel España de Buenos Aires y me doy cuenta de que ya no puedo salir. Y ese es el inicio de este viaje por Latinoamérica. Querer ver si le puedo torcer la mano a esa maldición. Además es un viaje del que se cumplen diez años desde que empecé con el periodismo portátil. Entonces durante todo el libro me estoy enfrentando conmigo mismo a esa pregunta: ¿Vale la pena dejar todo de lado por vivir de esa manera y con esa maldición?
Has dicho que vivir en un hotel es como vivir en la ficción y resuelves que no has querido vivir la realidad.
Estaba encerrado en contar historias reales y había transformado mi vida en una ficción. Eso que parece tan increíble es algo que le pasa a los que se dedican al periodismo. Están muy en contacto con la realidad de los otros todo el tiempo, pero no les gusta enfrentarse a la suya y terminan transformando su vida en una ficción. Es como el cruce de realidad con ficción. A mí me pasó con este libro.
Dejaste todo por esa vida idealizada del viajero.
Si bien el libro es un viaje por la América Latina del bicentenario, es también un ajuste de cuentas conmigo mismo, con esa apuesta que hice. Hace más de diez años yo dejé una vida por esto. Y ahora tengo que enfrentar qué es lo que pasó con esa vida. Llega un punto en el que tienes 40 años, tienes 3 libros que se venden en toda Latinoamérica, tienes lectores de países increíbles y una escuela que conecta gente de varios lugares. Pero también cuántas cosas quedaron de lado por eso.
Vivir en un hotel es no hacer compromisos. Pero en un momento empiezas a buscar un ancla.
Sí. Finalmente esto termina siendo como la maldición del inmigrante: puede vivir en otro país y tener una familia pero siempre va a aparecer un pequeño detalle que le va a hacer recordar que es inmigrante. Eso no se lo va a poder sacar nunca. Pasa igual en la vida de hotel: puedo tener una vida normal en un sitio, pero siempre habrá algo que me haga recordar mi vida de hotel. Siento que crucé esa línea de querer hacer lo que quiero: mandar todo lejos y viajar y escribir. Después que lo hiciste y te funcionó relativamente bien, más allá de los costos, vuelves y sabes qué hay al otro lado del abismo. Ese es un conflicto que estará siempre presente. Si una vez dejaste todo por apostar por lo que querías, después vas a querer apostar todo por otra cosa, y así.
Como una adicción.
Sí. Por eso explico en el libro que no puedo dejar el hotel. Porque termina siendo una adicción. Vivir allí solo para escribir historias y cada vez una mejor, y digo que cuando llegue a México voy a dejar mi vida de hotel. Ese es un poco el propósito del libro.

Hospedarse en los hoteles España sirve para hacer una revisión de América Latina. Son vestigios de la Conquista…
Tiene que ver con lo que me pasó. La primera vez que empecé a vivir en un hotel fue en España. Después terminé viviendo en un hotel España en Buenos Aires. En toda Latinoamérica hay calle, avenida, plaza y centro cultural España. Todos son oficiales. Y en todos los lugares había un hotel España que seguramente el dueño dijo con esta marca me va a ir bien. Después de 40 años a ninguno le fue bien. Todos son de una estrella para abajo. Eso demuestra que España como marca comercial en la Latinoamérica de hoy es sinónimo de fracaso y que pensar en España es pensar en algo viejo. Es como si no tuviera que ver con nosotros. Mucho más tiene que ver con nosotros estar en Los Ángeles.
Pero fuera de España como presencia directa, el panorama tampoco es nada alentador.
Latinoamérica es como un escenario por donde siempre pasa por detrás un bus lleno de gringos. Gringos que nosotros queremos estafar o que nos quieren tirar los dólares encima. Latinoamérica es un panorama turístico para el resto del mundo. Eso es también muy decadente en algún momento. Con el tema de viajes siento que todavía nos cuesta contarnos mucho. Todavía en el sur importa más la Patagonia que contó el escritor Bruce Chatwin que la que pudo haber contado un escritor patagónico. Yo también tomé parte de ese desafío y dije voy a contar Latinoamérica a partir de pertenecer a ese lugar.
Darle las voces de uno.
Y estar enfrentado a eso. John Lee Anderson, a quien admiro, acaba de sacar un libro de perfiles latinoamericanos. Y no puede ser que la historia oficial, no digo que esté mal, sea solo la de los gringos. No creo que la única historia que se escriba sobre Latinoamérica tiene que ser de los cronistas del “New Yorker”. También la puede hacer alguien que escribe para “Gatopardo”, “Etiqueta Negra”, “Soho”. Nosotros podemos contar nuestra historia y no leer cómo nos la cuentan. Yo empecé a viajar después de mucho tiempo. Al principio pensé que no podía hacerlo, que solo viajaba la gente que tenía mucha plata. En realidad no se necesita tanto. Se necesitan ganas, salir y jugársela. Ese espíritu de decir salgamos a viajar y a contar nuestra propia historia, que es la esencia del periodismo portátil.
Y encuentras una Latinoamérica de extremos, con un turismo desalmado.
Acá la sobreexplotación turística es terrible. Hay una parte del libro donde estamos en un viaje por República Dominicana y de pronto encontramos un cartel que dice: “Zona reservada”. Y estoy con unos italianos y unos gringos tomando ron y saltando fuerte en la lancha y no importa. ¿Pero por qué no importa? Porque estamos en Latinoamérica.
La ilegalidad está formalizada.
Está permitido todo. Esa visión, ese arquetipo del latinoamericano termina siendo un poco real. Por algo existen los clichés. Y eso tiene que ver con la violencia. No es gratuito: en Latinoamérica mueren 1.200 personas al día por violencia urbana.
La violencia está a mayor escala con el narcotráfico, pero también a menor en los hoteles España.
Sí, una de las cosas que más me gusta de la crónica es que cuando uno agarra un objeto de estudio, como los hoteles España, todos los temas terminan llegando a ese lugar. El hotel de España de Guatemala es una cárcel en la cual Estados Unidos, que tiene un tratado con ese país, cuando encuentra gente que está ingresando a su territorio ilegalmente por mar, lo arresta en el hotel España de Guatemala. Entonces tienes el tema de la migración en el hotel.
Al final la marca es el pasaporte.
Sí, el pasaporte es el gran libro de viajes que uno va escribiendo. Uno se sienta y mira el timbre de un lugar y recuerda en su cabeza lo que pasó. Los buenos libros son esos que terminan en nuestra cabeza. Justo hace tres semanas estaba en La Paz haciendo una historia sobre una cholita luchadora y me robaron el pasaporte. Y sentí como si me hubieran robado una parte mía. Porque tengo todos los pasaportes guardados, cinco llenos. Por suerte saqué mi pasaporte y la semana pasada estuve en el Carnaval de Río y allí ya me llegó mi nuevo timbre de Brasil y la historia vuelve a escribirse.
Escribir desde los recuerdos del papel.
Bolaños decía que parte de la creatividad de un autor es tener buena memoria. A mí me sirvió juntar mis recuerdos como un trabajo de collage y darme cuenta de que se podía armar algo. Y empiezo a buscar el germen de muchas cosas que justifican o explican eso, llegando al extremo final que yo publiqué un libro muy pequeño en un taller, que se llamaba “Hotel Paraíso”, en el cual había alguien que vivía en un hotel. Al final yo terminé transformando en realidad esta ficción.
Hola, podrias recomendarme Hoteles en peñiscola para poder viajar en familia?
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